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Ahora me alegro de haberla enviado, no porque les dolió sino porque aquel dolor los condujo al arrepentimiento. El dolor que sintieron es el que Dios desea que su pueblo sienta, y por lo tanto no les hice daño. 10 Dios a veces permite que nos vengan tristezas para impulsarnos a apartarnos del pecado y tener la salvación. Jamás debemos quejarnos de estas tristezas. Pero las tristezas del mundo sólo producen muerte.

11 ¿Se dan cuenta de lo provechosa que fue para ustedes la tristeza que les envió el Señor? Ya no se encogen de hombros, como hacían antes, sino que actuaron rápido, me defendieron y se indignaron. Temerosos por lo que había sucedido, ansiaron que fuera a ayudarlos. Pero, sin perder tiempo, afrontaron el problema y lo resolvieron castigando al que pecó. Así demostraron que no fue culpa de ustedes.

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